15/1/09

Textos escuetos

Alcanzó su guitarra desde la cama estirando el brazo, tras unos segundos eternos en los que pareció Luke intentando atraer su sable láser. Inclinó el cuello hacia la derecha y a continuación hacia la izquierda siguiendo el ritual de un boxeador antes de saltar al cuadrilátero. Empezó a rasgar las cuerdas mientras miraba al techo al mismo tiempo que una araña hacía lo propio acercándose a una mosca. Se miraron y se guiñaron un ojo. La araña empezó a tejer su tela en torno a la cada vez más atrapada mosca. La voz quebrada del hombre comenzó a acompañar a la guitarra y la mujer seducida la noche anterior no se supo liberar de las cuerdas de aquella guitarra.

Se sentía terriblemente culpable. Apenas podía concentrarse en su trabajo. Tenía que llamarla, tenía que disculparse, tenía que encontrar un hueco para hablar con ella. Por fin llegó la hora de comer, buscó su nombre en la agenda y llamó. Siete tonos más tarde canceló la llamada. Volvió a llamar. 5 tonos. 9 tonos. 12 tonos.14 tonos. Estaba histérico. Las horas del turno de tarde se le hicieron aún más largas. Nada más salir del trabajo cogió un taxi mientras llamaba de nuevo. 14 tonos. 14 tonos. 14 tonos...alrededor de diez llamadas seguidas. El taxi se paró justo enfrente de su edificio. El ascensor subió muy lento. Estaba sudando. La ira le presionaba la frente. Abrió la puerta dejando que esta chocara. La huella del pomo sobre la escayola de la pared se hizo más profunda haciendo un ensordecedor ruido que le acompañó mientras recorría cada una de las habitaciones.

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