15/1/09

Baltimore

Todo el mundo sabe que el metro de Baltimore no tiene cobertura. Así que cuando aquel apuesto joven del asiento de enfrente se llevó el móvil a la oreja, y mirándola a los ojos sin ningún tipo de vergüenza dijo: "Si, la tengo justo delante, es preciosa, tenías razón" María se quedó sin saber a donde mirar ni que decir mientras que la sangre se le concentraba en sus jugosas mejillas. El metro de Baltimore es gris, a cualquier hora del día e independientemente de los vatios de sus bombillas. María había huido de su pequeño pueblo del estado de Maryland precisamente por cosas como esa. Cuando recogió sus escasas cosas y las reunió encima de su cama se dio cuenta de que no tenía nada que le hiciera quedarse en esa casa, en ese pueblo, en esa vida, ni tan siquiera los ojos de su hermano pequeño, que desde el umbral de la puerta de su habitación gimoteaba al ver a su hermana cerrar la cremallera de la mochila, y echársela a la espalda.
Ahora, en esa ciudad independiente, sin reglas, donde no tenía que dar explicaciones a nadie, un chico quería seducirla y ella se sentía más viva que nunca. A María le costó incorporarse al juego de miradas del chico, primero empezó a echarle vistazos rápidos, desairados, pero poco a poco consiguió aguantarle la mirada. Él no dejaba de sonreír. Los últimos botones desabrochados de su camisa blanca dejaban entrever una complexión atlética muy sugerente. María respiraba rápido, se sentía ingrávida, apenas notaba su cuerpo. Esos instantes se quebraron por la voz del muchacho "me bajo en la siguiente, te invito a una copa en mi casa". María, completamente embriagada por la situación, por la magia, por lo inesperado de una casualidad tan maravillosa aceptó su invitación con otra sonrisa y se incorporó hacia la puerta. La oscuridad del túnel aumentaba la capacidad reflectante del transparente cristal de la puerta, y fue en ese reflejo donde vio un cuerpo desconocido pero deseado situarse justo detrás suyo, tan cerca que notaba su calor, y fue en ese reflejo donde vio una de las sonrisas más bonitas que jamás le había mostrado la vida, pero lo que no le enseñó ese reflejo fue que esa sonrisa pertenecía a uno de los hombres más buscados de EEUU y que por cada uno de aquellos resplandecientes dientes se escondían los irreconocibles restos de otras furtivas enamoradas bajo las mohosas hojas de su jardín.

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