15/1/09

Texto

Detenidamente, sin apartar su mirada de sus párpados cerrados, recorría su espalda una y otra vez con los extremos de los dedos. Deseaba tocarla salvajemente pero concentró toda esa intensidad en suaves caricias. Sus cuerpos desnudos yacían cansados tras una agotadora noche de promesas resueltas. Llegar más abajo le parecía romper el romanticismo de la escena. Ella despertó y le ofreció sus labios estirando levemente el cuello. Él le correspondió con un beso apasionado. Ella estaba feliz. Él había estado esperando ese momento años. Muchos años. De repente verla tan feliz le jodió. Se acordó de lo enamorado que había estado de ella. El dolor. Ella se había salido con la suya. Había acudido a su llamada como un perro sin dueño en cuanto le había vuelto a hacer caso. Habían sido unos meses maravillosos estos últimos. Se habían dejado seducir completamente. Cambió el gesto al tiempo que se recostaba sobre su lado de la cama. Ellá se inclinó sobre el cuerpo recién desplomado y con sus labios encontró primero el amortiguamiento de los pelos de su pecho y luego sus labios. Unos labios rígidos le estaban esperando.

-¿Que te pasa?
-Nada

Tantas noches ahogándose en la impotencia de verla con otros hombres. Tantas obsesiones juntas. Ahora es cuando a ella le venía bien. Pero era su momento. Lo había consguido. Ella se estiró y lució una sonrisa demasiado feliz. Empezó a odiarla. Quería hacerla infeliz. No soportaba verla tan contenta. Ella se inclinó nuevamente sobre él llamándole cariñosamente con un término ñoño digno de una adolescente enamorada pero esta vez sólo encontró sus dientes.

No hay comentarios: