4/9/10

Texto

Al servirme escupió sobre mi trozo de pollo bañado en salsa. Para aparentar normalidad mi madre dijo que la salsa era estupenda y siguió comiendo mirándome con esa cara que tienen las madres para controlar tu voluntad. Así que me senté y coloqué mi plato sin hacer el más mísero ruido. Sabía que mi madre no dejaría de usar su radiocontrol conmigo hasta que me metiera un trozo de ese pollo en la boca, pero el escupitajo semi verduzco se escurría lentamente por la carne y por decirlo de alguna manera, se me habían quitado las ganas de comer. - ¿No tienes hambre?. Estas muy flaco, deberías comer más. Mi abuelo. Su cabeza debía ser como una radio con problemas para sintonizar un emisora. Podía estar horas haciendo el gamba y de repente te decía una cosa coherente. - Si abuelo, tiene una pinta estupenda. Extirpé la superfice afectada y me deshice de ella dejándosela caer al chucho. Observé al resto de la familia por si alguien desaprobaba lo que acaba de hacer y todos me sonrieron con complicidad menos mi madre, que como no, me miró con su cara de qué cojones estás haciendo coma ponte a comer de una vez. Justo cuando iba a acatar las ordenes mentales de mi progenitora mi abuelo decidió espolvorear una lluvia de pelos extrañamente rizados sobre mi plato. Al levantar la vista comprobé de nuevo que mi abuelo lucía una preciosa calva con manchas y que no era precisamente un fan del reagge. El muy cabrón sonreía como un verdadero hijo de puta, y de no ser por el poder digno de la señora de Darth Vader que usaba mi madre conmigo le habría quitado la senilidad de una hostia. Me levanté a pesar de la mirada de alarma y llevé mi plato a la cocina. En mitad del suelo de la cocina el chucho había vomitado hasta la primera mamada que le hizo a su perra madre. Evidentemente entre limpiarlo y hacer como si no hubiera visto nada escogí lo segundo. Al tirar el pollo afro a la basura vi que había un montón de envases de matarratas pero no le di importancia hasta que llegué de nuevo al comedor y observé como mi abuelo me guiñaba un ojo.