Se acercó con su bata de cuadros gris a aquel espejo enjuto, colocado sobre los amarillentos grifos que no distinguían entre el frio y el calor. Ni siquiera se miró a los ojos, no le preocupaba confirmar si todavía quedaba algún rastro de aquellas ilusiones que almacenó en su mirada en otra época. Solo prestaba atención a su barba, a aquellos pelos puntiagudos que le protegían del contacto humano. Se pasó la mano para comprobar como se clavaban los afilados pelos en la carne. Rebuscó en los cajones hasta que encontró una maquinilla de afeitar. Tenía las cuchillas oxidadas y con restos del último afeitado. La introdujo bajo el agua y sin tan siquiera aplicarse jabón en la cara se pasó la cuchilla por el cuello.
Hace 1 año
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