7/11/09

Texto

Clap clap clap. Aplaudia intensamente mirando fijamente a los ojos de la dulce Desdémona. Pero esta, una vez más, simplemente sonreía sin mirar a nadie en concreto. Ruborizada por el clamor del público hizo varias reverencias con los pómulos enrojecidos. Aquellas sinuosas formaciones en su cara habrían aliviado el tormentoso hambre de una colonia de vampiros. El dolor empezó a extenderse a partir de sus muñecas, pero en vez de parar y fingir que aplaudia incrementó la fuerza de los aplausos en un nuevo y desesperado intento para que se fijase en él. Cuando el público empezó a abandonar la sala supo que todo había acabado una vez más. Se levantó del asiento y cómo quién se aleja nadando de su barco de rescate en un naufragio salió a la calle. Respiró el aire frio con una gran bocanada, esperando que eso consiguiese bajar la temperatura de su escarmentado corazón y empezó a bajar la calle andando sin prisa. Un fuerte ruido de una puerta le hizo darse la vuelta. Los actores comenzaban a abandonar el teatro. Varias ideas se acumularon en su cabeza sin guardar la vez. Se quedó quieto, paralizado. Sus ojos reconocieron el cabello ondulado de la actriz que encarnaba a Desdémona e instintivamente dirigieron sus pasos exactamente tras los suyos. Avanzaba lentamente así que le era fácil presenciar esta nueva escena solo para él. Desdémona se despidió del actor que interpretaba a Casio al llegar a la calle del Salitre y continuó sola el camino. La despedida fue extraña, el había intentado abrazarla y ella se había zafado con un movimiento serpenteante de su cuerpo. Casio se quedó mirándola mientras se alejaba, así que tuvo que esperar a que prosiguiese su camino refugiándose en una esquina para que no le viera. Desde su escondite pudo distinguir a una persona de tez oscura apostada en otra esquina. Cuando Casio desapareció el actor que hacía el papel de Otelo salió de su escondite y emprendió el mismo camino que había tomado Desdémona. Otelo logró alcanzar a Desdémona varios metros más abajo. Los gritos y los aspavientos se sucedían entre ellos. Discutían fuertemente. Otelo golpeaba cubos de basura para aliviar su rabia hasta que esto no le pareció suficiente y agarró del cuello a Desdémona. Esta intento resistirse gritando y pataleando pero las fuertes manos de Otelo hacían la suficiente presión como para que su voz fuese perdiendo energía hasta quedar en un gorgojeo inteligible. Cuando el cuerpo de Desdémona perdió la consciencia Otelo empezó a oir un ruido parecido a un aplauso. Clap, clap, clap.

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