«¿Y ahora?», se preguntó Gregorio, y miró a su alrededor en la oscuridad.
Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno.
–Pues bien; la verdad es, querido Augusto -le dije con la más dulce de mis voces-, que no puedes matarte porque no estás vivo, y que no estás vivo, ni tampoco muerto, porque no existes... –¿Cómo que no existo? exclamó.
7 comentarios:
Está todo inventado!!! No somos más que chimpancés pedantes...
Desde luego, eso si, los chimpancés no usan preservativo...
Y tan felices!!!
por qué cerraste el fotolog?????? me gustaba mas q tu blog...
jajaja,jajajaja.
Oye, ¡que no siempre que te invitan a cenar quieren sexo!
Eso es una leyenda africana, es lo que tiene la evolución, que nos hace más exigentes. Una lástima.
Un saludo
jajaja que inocente!! jajajajaja
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