El viento mecía la contraventana oxidada. El chirrido intermitente podría haberse relacionado con el primero de los García, muerto a los pocos dias de nacer. La abuela, y comandante en jefe de ese extraño grupo, les solía explicar como los muertos nunca dejan de jugar. El resto de los García la escuchaban con los ojos como lunas llenas, mientras se agarraban los unos a los otros para sujetarse el miedo. Cada vez que no encontrais algo es que algún muerto está matando el aburrimiento, decía la abuela. Los niños se estremecían contemplando a los lados en busca de alguna señal que le advirtiera de la presencia de algún muerto invisible. Con la dificil tarea de sobrevivir al tiempo en tiempos de guerra la abuela había ido recogiendo a todos los huerfanos tras los fusilamentos del quince de abril. La política es cosa de militares no de jornaleros decía. A todos les puso de apellido García, en honor a su marido, muerto una década antes de que el primer soldado con botones de latón parisinos entrara en el pueblo. Afortunadamente su marido murió antes de demostrar que era el más cobarde. A pesar de la edad la abuela consiguió alimentar a todos los García con la poca comida que dejaron los soldados. A todos menos al primero de los García que murió jugando entre sus pechos secos, incapaces de matarle el hambre.
Hace 1 año
1 comentario:
Bueno, esto qué es???? Vete a ser buen escritor a otro lugar... ¿vas de listillo creando Realismo Mágico? Si quieres escribir métete a un taller...
jajajajajajajajajajajajajajaj ;)
me encanta :)
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