Estiró suavemente con cierto desdén la grasa acumulada en su tripa. Cuando la visión le resultó suficientemente desagradable interrumpió la presión ejercida por los dedos pulgar e índice de su mano derecha y el pliegue de piel volvió a formar parte de ella. Resopló con cierta ansiedad. No se gustaba en absoluto. Medio desnuda salío del baño para escoger un vestido adecuado que resaltara sus pechos blandos y ocultara esa barriguilla heredada genéticamente. El ruido de las perchas deslizándose en una dirección y en la opuesta duró unos siete minutos y medio. Al final seleccionó un vestido negro holgado con un escote despreocupado. Se volvió a mirar al espejo, hizo un par de muecas graciosas y se pintó los labios. Hacía tres meses que no veía a su ex. El primer mes se interrumpió el contacto personal. El segundo se interrumpió el contacto telefónico. El tercer mes había tenido que luchar contra los impulsos de reanudar ambos. No sabía nada de él desde entonces y sabía que iría a la fiesta. A estas alturas todas las cosas que le habían hecho dudar se habían vuelto propias de una chica inmadura que procuraba dejar atrás. Con el propósito de llegar tarde para transmitir la poca importancia que le daba al reencuentro se quedó sentada zapeando con los ojos mirando en blanco. Media hora después del comienzo de la fiesta, situada a nueve paradas de metro, transbordo incluido, o veinte minutos en taxi, apagó la televisión y las luces y se dispuso a salir. Se perfumó en el último instante y cerró la puerta. Al cabo de cuatro segundos escasos volvió a entrar. Con el móvil aún en la mano volvió a leer el contenido de un mensaje que le acababa de llegar, "No viene solo".
Hace 1 año
1 comentario:
Aahhhhhhhrrr....
Aníbal
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