22/10/11

Textos breves para abrevaderos

El amor le hacía el boca a boca cada tres segundos para luego apretarle el pecho con fuerza. Poco a poco su ritmo cardíaco se fue recuperando y dejó atrás esa vida inerte e intuitiva que había mantenido hasta ese momento. Se despertó dichoso y feliz, pero al mirar la habitación se encontró una vez más solo.

Tenía la sonrisa más bonita que había visto en su vida, los dientes limpios y perfectamente ordenados, los labios dulces y finos, las manos pálidas y pequeñas, y por lo que gritaba debía tener también poca tolerancia al dolor.

Su vieja le estorbaba en el camino de no ser nadie, levantarse, comer, tirarse un pedo y de nuevo al catre. Cada día tenía que soportar como le decía que estaba malgastando su vida a cambio de un falso techo y unas lentejas templadas. El día que ella se calló de manera forzada y rígida acabó su camino.

Le susurró algo al oído, debió ser un lindo comentario porque ella se sonrojó y le deslizo una mirada por sus labios. Él hizo caso omiso de esa primera provocación y volvió a la carga con otro comentario suavemente escogido. En esta ocasión ella decidió empezar por el final mirando al suelo para luego levantar la cabeza y mantenerle la mirada unos escasos segundos, lo suficiente para transmitirle mentalmente que quería que la besara. Una vez más decidió no aceptar esa invitación y se acercó más para que junto con las palabras se deslizase también algo de calor en su oído. Ella suspiró brevemente al notar la nueva temperatura alcanzada y posó su mano sobre el muslo de él pero esta vez mirando al infinito. En ese momento él la cogió delicadamente de la barbilla y le giro el cuello aproximándolo hacia su cara. Ella cerró los ojos instintivamente, entreabrió la boca y esperó.

Tenía tantas ganas de abrazarla que cuando la vio solo le dio dos besos.

No hay comentarios: