20/8/11

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Madrid estaba vacío de pecados y llena de almas insatisfechas. Antonio miró el reloj de la estantería de soslayo, mientras besaba impetuosamente la boca hambrienta de su equis. Las dos y cuarto, y los dos desnudos en un cuarto pensó. Equis, con los ojos cerrados oyó el extraño ruido que solía hacer Antonio cuando se reía por dentro pero siguió a lo suyo, gozando de unos dedos que alternaban suaves caricias con violentos arranques de pasión. Ninguno de los dos sabía si se querían, pero estaban seguros de que no. 



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