30/8/10

Texto

Le sabía la boca a sal. Paladeaba aquel seco regusto como el que masculla maldiciones en voz baja. La barca se mecía lentamente en aquella niebla de madrugada. Se llevó la botella de nuevo a sus labios. En el reflejo del vidrio se pudo ver sus facciones. Los años le habían arado su cara con la misma delicadeza que haría caricias una mujer violada. Las cicatrices del tiempo intentó gritar, pero apenas pudo pronunciar la palabra tiempo con fuerza. Metió la mano en el mar y se llevó la mano a la cara en un intento de desahacerse de todo el alcohol que reptaba por sus venas. Ni un ruido alrededor. La barca sin collar por un dia se había alejado de la costa dejando en el camino restos de pintura desconchada. El viejo se incorporó intentando mantener el equilibrio y se lanzó al mar. Su salto hizo un hueco en la niebla, como si Dios corriese una cortina para ver que pasa. El viejo se hundió sonriendo lentamente. Pasados treinta segundos expulsó lo que le quedaba de aire e inspiró. El agua penetró violentamente en sus pulmones y su cuerpo reaccionó instintivamente tosiendo y con arcadas para achicar agua. Al minuto el viejo recuperó su sonrisa pero volvió a perderla cuando sus brazos empezaron a moverse para alcanzar la superficie. Emergió del mar con tanto ímpetu como el primer llanto de un recién nacido. Movía las piernas y los brazos para mantenerse a flote y prácticamente había expulsado todo el agua de sus pulmones. Pasados unos segundos, su cuerpo  reparó con pánico en que el viejo sonreía de nuevo, entonces se dio cuenta de que la barca ya no estaba.

28/8/10

810

Soy el único dueño de mi realidad.

Desnuda

Desnuda. Con los pezones tan frágiles como un bistec lanzado a su primer fuego. Sus ojos ensanchados por el deseo escrutaban cada gesto, cada detalle imperceptible de mi cuerpo. La respuesta que ella buscaba la encontró en los breves segundos en los que era incapaz de aguantar el peso de su mirada. Miró al techo de mi cuarto y dejó escapar el aire retenido en sus laberínticos pulmones como quién lanza las cenizas de un ser querido al viento. Me quedé absorto en silencio contemplando como sus ojos se hacían más pequeños. Una de sus lágrimas decidió resbalar a cámara lenta. Primero descendió perfectamente el arco de su mejilla, ya en el cuello siguió una línea recta impertérrita que la llevaría a descender por todo su esternón hasta su vientre donde se fundió con el sudor y desapareció. Intenté alcanzarla con mis brazos, pero como quién escribe un fin en mitad de un capítulo detuvo su cuerpo y lo inclinó sobre el mio. Tiritaba por el frio de no saber por qué se acaban las cosas. La abracé con todo el amor y el cariño. Por una vez no se quejó que no contralase mi fuerza. Juntos y en silencio nos quedamos dormidos repasando los mismos recuerdos como ciegos leyendo en braille la historia de su vida.

4/8/10

Microtextos

Las prostitutas solo te preguntan el nombre para ganarse tu confianza y poder pronunciarlo con la misma falsa intensidad con la que luego gemirán al introducirle tu flacido y alcohólico pene. Hace tiempo que les respondo con nombres falsos para que el triste polvo sea culpa de otro.

Solo buscaba un abrazo entre la multitud que caminaba por la plaza. Llevaba el pecho caido propio de un hombre triste. Encontró consuelo en las miradas de aquellos que vieron su necesidad y se apartaban.

Cuando se incorporó fingió que no les conocía. Cuando se lo llevaron aseguraron que no le conocían.

Agosto.

Desgaste