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Ya llevaba un rato con los ojos abiertos vueltos del revés cuando sonó el despertador. La mezcla de ruido y música distorsionada hizo que en un rápido gesto desplazara la pestaña para silenciarlo. It´s time. Tras dar un par de vueltas y desahogar la necesidad de un abrazo con su desgastada almohada como un perro aferrado a una pierna se incorporó a un nuevo nueve de febrero. Encendió el móvil. Tras tres minutos de intensa expectación lo lanzó contra la cama y se dirigió a la ducha. Con el agua ardiente quemando los malos recuerdos se masturbó pensando en la cantidad de mujeres que podría conocer ahora que ella no estaba.
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Tres miradas fueron suficientes para que ella respirara por él. Sus pupilas enfrentadas se convirtieron en dos agujeros negros que absorvían el instante que vivian. El azul de él y el verde de ella se mezcló formando un amarillo arrugado. Sin tiempo y sin espacio sus cuerpos se enredaron aún más en esa extraña tela. Cuando la araña comenzó a devorarlos supieron que serían felices para siempre.
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