17/11/11

Las palabras mudas.

No se puede amar a quién no te ama. El cabrón del psicólogo había acertado de lleno a pesar de sus vagos intentos por esconder lo que realmente le pasaba. En dos míseros días parecía que le conocía mucho mejor que todos sus amigos a los que tenía que ocultar la vergüenza de haber recaído en el pozo de sentir algo por alguien inalcanzable. Hacía un día singularmente apropiado, como si su estado de ánimo pudiese haber decorado el cielo con motivos grises y hubiese deslizado sobre el suelo un manto de hojas secas que al pisarlas recordase la necesidad de morir que tienen las cosas del mundo, lo sentimientos sobre todo. El camino se le hizo más largo de lo habitual, la gente pasaba a su lado mirándole y mascullándole palabras en su imaginación como loser, estás solo, nunca te va a querer o se la está tirando otro. Las nauseas provocadas por la ansiedad le hicieron pararse un par de veces, con los ojos se fijaba en las parejas, en cómo se agarraban de las manos, como jugaban con sus bocas a darse besos y sobre todo, en aquello invisible que solo se puede ver con la envidia del que no lo tiene. Puto cabrón psicólogo, que razón tenía. En aquel breve instante donde la esperanza se le agarró al bordillo de la garganta para pronunciar su voz y darle alas a la imaginación y al amor todo lo demás desapareció. Fue tan agradable dejar de darle importancia al dinero, a la soledad, y a tantas otras cosas que cuando tuvo que volver a la realidad y enfrentarse a un desamor express se derrumbó. Al llegar a su casa arrojó los zapatos lejos, se hizo un ovillo en su sofá y cerró los ojos deseando que al despertar se sintiese algo mejor. 

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